... ...

La boda de la princesa.



 En un reino de la antigua China se celebraba el banquete de bodas del príncipe heredero. La princesa,venida de un reino lejano, había encantado a todos por su belleza, su prudencia y su recato. Al proponerse el brindis por los novios al final del
banquete, ella tomó la copa y se dispuso a beber,pero,al mirara lo que tenía en su mano, vio que en la copa, nadando en el vino,había una pequeña serpiente. Iba a dar un grito, pero cayó en la cuenta que sería de mal agüero interrumpir el rito solemne, por lo que , fiel a su deber de princesa y de novia, se lo bebió todo sin alterar para nada su complaciente sonrisa.

 Pronto, sin embargo, comenzó a sentir retortijones del
estómago y se alarmó. Los dolores iban en aumento y ella, que sabía muy bien lo que había ingerido,comprendió que su muerte estaba cercana. Cuando ya no pudo disimular, hizo que la llevarán a sus habitaciones y la corte entera se consternó al ver su triste estado. Le preguntaron qué había sucedido, pero ella no quiso revelar la verdad, ya que ello podía acarrear la deshonra e incluso la guerra al reino del que ya era princesa, si es que su propio padre llegaba a enterarse de que moría por que alguien había puesto una serpiente en su copa en el banquete de bodas. Ni siquiera los ruegos des u esposo, el príncipe, le hicieron hablar y todos se presionaba ya a su muerte.

 El visir, que era sabio y prudente, como en todos los cuentos orientales, sospechó que algo ocultaba la princesa. Para averiguarlo, se puso a revivir él, paso a paso, todos lo que la princesa había hecho el día de su boda, pasando por los mismos sitios,sentándose en los mismos sillones,tomando la misma comida. Así llegó al momento del brindis,llenó de vino la copa, la llevó a sus labios... y sonrió. Hizo llamar a la princesa, que estaba ya a punto de desmayarse, la sentó en el mismo lugar que había ocupado y le hizo tomar la copa en su mano y mirar en su interior. La princesa, a pesar de su debilidad, dio un grito. ¡Allí estaba otra vez la serpiente! El visir tomó entonces la copa en sus manos y bebió de un trago su contenido. Se hizo un silencio y el visir explicó que no había ni había habido nunca ninguna serpiente: justo encima del sillón de la princesa, colgaba del techo una lámpara con adornos plateados que se reflejaban en la superficie del vino en el interior de la copa,dando la imprecisión de que se retórica en esta una serpiente. Repitió la escena y todos se
convencieron. La última en convencerse fue la princesa, pero al fin vio la verdad y, encuanto lo hizo,cesaron sus dolores. Si no había serpiente para causarlos, ¿comó podía ya sentirlos? Siguió la fiesta de bodas y todos fueron felices

1 comentario: