Vi a un turista sentado en la parte de arriba, a cielo abierto, en un autobús programado que daba la vuelta a Copenhague desde los mercados de las flores hasta lasirenita inocente, mientrasla azafata profecional explicaba por cable cada monumento y cada estatua y cada plaza, con rutina disfrazada en monólogo prefabricado.
El turista iba a mi lado y tenía los auriculares puestos, pero no parecía escuchar: no levantaba la cabeza, no miraba a la derecha cuando nos decían que mirásemos a la derecha, ni a la izquierda cuando nos mandaban mirar a la izquierda.
Y yo pensé en la vida. Recorremos su paisaje variado y atrayente desde el mirador abierto de nuestros sentidos con el comentario vivo de pájaros y flores y árboles y nubes... y más aún, de personas y amigos y palabras y amor. Y nos olvidamos de mirar. Llevamos la cabeza metida en nuestras preocupaciones,nuestras urgencias, nuestras ambiciones, nuestra novela. Y nos olvidamos de mirar.
Quizá por eso esté triste la sirenita de copenhague.
Buen post
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